MILF (Muy Intensa La Follada)

 En esos diez minutos en los que Christian requirió para poder recuperarse para  poder seguir con nuestro encuentro, se dedicó a explorarme y acariciarme. Era la primera vez en la que me sentía tan deseada luego de años y años de no recibir ninguna atención. Según mi marido con "un besito" de buenos días y uno de buenas noches alcanzaba. ¿A dónde se habían ido los besos apasionados?, ¿las caricias ardientes que parece que te da descargas de electricidad en la piel con cada toque? Me había rechazado tantas veces de manera tan hiriente que, el volver a sentir las caricias de un hombre, y de un muchacho de dieciocho años, me volvían loca del placer.

Christian pasaba mi lengua por mis pezones, por mi clítoris, por mi concha... Recorría con su boca todo mi cuerpo para que yo no pierda la calentura del momento, y para él volver a endurecer esa verga que, poco a poco, volvía a hincharse.

—Ahora sí, estoy listo, mami —me dijo en un susurro cargado de lujuria—. Quiero cogerte en cuatro. Quiero ver como tu culo se mueve con cada pijazo que te doy.

—Ya estoy deseando sentir tu verga hasta el fondo de mi útero —le ronroneé mientras ponía mis rodillas y manos en el colchón de la cama y me preparaba para recibirlo nuevamente.

Otro preservativo fue usado, y otra vez sentí cómo, centímetro a centímetro, empezaba a entrar esa verga joven y caliente, llena de leche sólo para mí, en mi interior.

Empecé a gemir mientras le decía a Christian cómo tenía que moverse y cómo agarrarme para que, con el mismo golpe, todo sea más intenso.

Me hizo caso y muy pronto empezó a gemir conmigo mientras me daba nalgadas. Me hubiese encantado tener un espejo en esa parte de la casa, en la cabecera de la cama, para poder ver la expresión de su rostro, mientras me tenía así, en cuatro, con mis tetas moviéndose enloquecidas, golpeando una contra la otra.

Bajé un poco más el pecho para hacer que mi culo tenga incluso más inclinación y yo poder recibir, de manera aún más profunda, aquella verga joven.

Christian no se hizo desear, y ya habiendo acabado una vez, ahora era mucho más fácil aguantar un segundo round. Ahora la que gemía y blanqueaba los ojos era yo, me tocaba el clítoris con una mano mientras la otra vaya Dios a saber dónde estaba, porque la mitad de mi cuerpo estaba fusionada con el colchón.

Me hizo acabar dos veces, y cuando él estuvo listo para volver a dejar su leche dentro mío, acabé una tercera.

Ahora la que había quedado con las piernas temblando era yo.

Christian se salió y se dejó caer en el colchón mientras yo, como una muñeca desarticulada, volvía a juntar las partes de mi cuerpo y me recostaba a su lado.

—Amo cogerte —me confesó—. No me voy a cansar nunca de vos. En serio...

Pero lo hizo. Tuvimos varios encuentros más, donde yo le enseñé los placeres del sexo anal, incluso nos animamos a un poco de exhibicionismo cogiendo en el balcón de mi oficina en pleno horario de trabajo. Un día, simplemente me bloqueó, y dejó de hablarme. Quiero creer que porque se puso de novio con una chica de su edad, una pendejita que tenía más pinta de petera que yo. Estoy esperando a que aquel mocoso le metan los cuernos para que vuelva a mí y le recuerde, que las jovencitas podrán ser muy hermosas y tener unos cuerpos envidiables, pero para el sexo verdadero y placentero, nada mejor que una madura desantendida.

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